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Mostrando las entradas de junio, 2017

Fernando Pessoa, Oda a la noche [por Álvaro de Campos

Dos fragmentos de las odas ........................ Ven Noche antiquísima e idéntica, Noche Reina destronada al nacer, Noche igual por dentro al silencio, Noche Con las estrellas, lentejuelas fugaces En tu vestido bordado de Infinito. Ven vagamente, Ven levemente, Ven sola, solemne, con las manos menguadas De lado, ven Y trae los montes distantes al pie de los árboles cercanos, Funde en un campo tuyo todos los campos que veo, Haz de la montaña un bloque sólo de tu cuerpo, Atenúale todas las diferencias que veo de lejos, Todos los caminos que la suben, Todos los distintos árboles que la hacen verde-oscura a lo lejos, Todas las casas blancas y con humo entre los árboles, Y deja sólo una luz y otra y otra más, En la distancia imprecisa y vagamente perturbadora En la distancia súbitamente imposible de recorrer. Señora nuestra De las cosas imposibles que buscamos en vano De los sueños que vienen a nosotros al crepúsculo a la ventana. De los propósitos que nos ac

Julio Cortázar, Bolero

Qué vanidad imaginar que puedo darte todo, el amor y la dicha, itinerarios, música, juguetes. Es cierto que es así: todo lo mío te lo doy, es cierto, pero todo lo mío no te basta como a mí no me basta que me des todo lo tuyo. Por eso no seremos nunca la pareja perfecta, la tarjeta postal, si no somos capaces de aceptar que sólo en la aritmética el dos nace del uno más el uno. Por ahí un papelito que solamente dice: Siempre fuiste mi espejo, quiero decir que para verme tenía que mirarte. Y este fragmento: La lenta máquina del desamor los engranajes del reflujo los cuerpos que abandonan las almohadas las sábanas los besos y de pie ante el espejo interrogándose cada uno a sí mismo ya no mirándose entre ellos ya no desnudos para el otro ya no te amo, mi amor. Julio Cortázar, Salvo el crepúsculo

Carta de Emil Cioran a Fernando Savater, sobre Borges

París, l0 de diciembre de l976 Querido amigo: En noviembre, durante su visita a París, me pidió usted que colaborase en un libro de homenaje a Borges. Mi primera reacción fue negativa; la segunda... también. ¿Para qué celebrarlo cuando hasta las universidades lo hacen? La desgracia de ser conocido se ha abatido sobre él. Merecía algo mejor. Merecía haber permanecido en la sombra, en lo imperceptible, haber continuado siendo tan inasequible e impopular como lo es el matiz. Ese era su terreno. La consagración es el peor de los castigos para el escritor en general y muy especialmente para un escritor de su género. A partir del momento en que todo mundo le cita, ya no podemos citarle o, si lo hacemos, tenemos la impresión de aumentar la masa de sus «admiradores», de sus enemigos. Quienes desean hacerle justicia a toda costa no hacen en realidad más que precipitar su caída. Pero no sigo, porque si continuase en este tono acabaría apiadándome de su destino. Y tenemos sobrados motiv

Mario Benedetti, Poste restante

Durante varios años, Verónica me había escrito una carta mensual. No diré que yo las olvidara, pero tal vez se hubieran quedado escondidas en el tedio del pasado de no sobrevenir la obligación de mi mudanza.  Estuve tres días vaciando roperos y armarios y de uno de éstos se desprendió una maleta que no tenía candado y en consecuencia se abrió al tocar el suelo. Y allí estaba el atado con las cartas que Verónica mandaba regularmente a mi casilla de correo. Quizá yo estaba cansado con tanta calistenia de traslado, pero al mismo tiempo me picó la curiosidad y me vinieron ganas de releer aquellas cartas de ayer y de anteayer. Aquí transcribo algunas: Hola Martín: Aquí estoy en la terraza, sola, frente a la costa. No hay viento, el mar está quieto. Una confesión: la soledad ha dejado de herirme. Mejor aún: me permite revisar, casi diría descifrar, mi pasado sin gracia. En un platillo de la balanza coloco mis odios; en el otro, mis amores. Y he llegado a la conclusión de que las cica